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Juan Andrés Molinero Merchán –
Magnífico retrato, en sepia (que acredita su certeza), de la memoria de los últimos pastores de Los Pedroches (Córdoba). Esto no es literatura. Es verdad cruda y son vivencias que estrujen el corazón. Las misérrimas condiciones de vida en el chozo evidencian, en fechas relativamente recientes, cual es el retraso de España en los años sesenta, a los que ha llegado una realidad de hace varios siglos sin inmutarse. El libro es una fuente histórica en algunos extremos: pues refiere con mucha claridad la tipología de chozos; formas de vida, funciones de los espacios del chozo y ganado; los tipos de contratos (haterías, jatos…); compatibilidad de trabajos de los pastores; pensamiento natural y filosofía de vida; distingos de género (en trabajo, mentalidad y pensamiento). Es una obra que conmueve el sentimiento y en toda su esencia es tristísima, pero es una verdad histórica tan grande que (a estas alturas) tiene un valor excepcional. Toda la crudeza de una existencia referida con una normalidad apabullante. La sinceridad del autor en retratar su vida hasta en lo más profundo confiere a la obra un valor excepcional, pues no hay mentira ni superchería, no hay querer confundir ni aparentar, ni exagerar, es simplemente una vida trasferida al papel. Parece mentira que el escritor (Carmelo) haya captado y reproducido con tanta verosimilitud y exactitud no solo los hechos, sino las emociones tan grandes en los diferentes episodios. Solamente se explica por el trabajo exhaustivo de los dos autores y la sintonía afectiva bien profunda. Es el día a día el que late de forma cierta. Es la sangre de los protagonistas la que corre por las páginas de la obra. No hay novela, digo, sino verdad abrumadora que nos deja la piel con escarpias. Los museos nos reconstruyen ficticiamente los chozos, pero la obra nos traslada en la máquina del tiempo con celeridad absoluta. Vivimos en los chozos, parece que los estamos haciendo y acomodando sin el trépano del tiempo. No hay que dudar de sus certezas, de lo que pasan y sienten, porque el relato es trasparente en su esencia. En definitiva, es una obra testimonial que en sí misma constituye una auténtica fuente histórica. Francisco Salado lleva en sus venas una parte esencial de nuestra historia que nadie puede olvidar. Es preciso conocer para no repetir. Es necesario enseñar para para valorar estos episodios crudos de nuestro pasado. La historia de la gente humilde, esa que no está en los libros, tiene tanta verdad, sino más por ser de un número ingente de personas, que la de los gerifaltes de la política y económica que tanto se retrata y escribe.